Los hombres del mono blanco : Una de
las cosas que más me sorprende es que la gente nazca en un mes distinto de
Mayo. Mayo está dispuesto para recibirte, como la lona de los bomberos, cuando
te da por dejar el mundo de las ideas perfectas y lanzarte a éste a aprender un
par de cosas. Pero los hay que se
desvían y caen en Septiembre o en Febrero, que están ahí para otros temas, no
para recibir a más niños.
Mayo es un gran mes : el Madrid
suele ganar una Liga, empieza la Feria del Libro, Oti Marchante hace sus
crónicas del Festival de Cannes y en las comunidades de vecinos un par de hombres
con mono blanco van reponiendo los azulejos de la piscina para que el mosaico
quede perfecto. Hay que respetar el trabajo de los hombres del mono blanco
porque, desde cerca, esos azulejos son piezas del scrabble en las que puedes leer
: toalla, crema, sombrilla, piel y bikini. Esas palabras sin las que Mayo no
alcanzaría la categoría que tiene y se quedaría en Abril o Junio, que están
bien, pero no.
En Mayo, además, florecen las
aceras. No sé cómo funcionará la naturaleza en el campo, pero aquí, por
cualquier grieta en el cemento, sale una margarita. Es curioso que una flor
propia de una película de Disney sea la infantería de la naturaleza, buscando
cualquier resquicio para reclamarlo como suyo. El tema daría para ese poema que
escribiré si alguna vez aprendo a tocar la guitarra.
La elección del mes de Mayo puede
mejorarse, como la copa hace con un buen vino, si se opta por nacer en Madrid.
Lo coherente es nacer en el sitio en el que ese mes se celebren las fiestas. Lo
otro es lo raro y, ya lo sé, el mundo está lleno de raros que han acabado
naciendo en sitios extraños, como dardos arrojados por un jugador con diez
pintas de más y un pulso como el de un sismógrafo en pleno terremoto. Así nos
va.
En Mayo, en fin, los días tiene más
sol, y uno se sumerge en ellos como si fuera una bañera de agua tibia mirándose
los dedos ahí a lo lejos, entre la espuma. Hay tanto sol, brillante pero no
pastoso, que lo puedes usar para ir a desayunar antes de ir a trabajar o para
tomarte una copa en una noche que el sol deja templada, como la cena de una
madre en la cocina. El sol de Mayo es una moneda recién acuñada, ajeno a ese
billete manoseado en el que se convierte en Agosto.
Esta mañana me fijo en las
margaritas. Dicen, haznos una foto, y yo se la hago. Dicen, elige a una y
deshójala. Lo haría, pero la única objeción a Mayo es que los que nacemos en él
también acumulamos años y, con cuarenta y tres años y, si se es sincero, lo que
uno se preguntaría es “me quiero, no me quiero”. Hago la foto y nada más : me espera un Abadía
Retuerta, unas velas que soplar y la imagen de Casillas levantando como capitán
de esos otros tipos con mono blanco el trofeo de la Liga.
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