sábado, 12 de mayo de 2012

Los hombres del mono blanco




Los hombres del mono blanco : Una de las cosas que más me sorprende es que la gente nazca en un mes distinto de Mayo. Mayo está dispuesto para recibirte, como la lona de los bomberos, cuando te da por dejar el mundo de las ideas perfectas y lanzarte a éste a aprender un par de cosas.  Pero los hay que se desvían y caen en Septiembre o en Febrero, que están ahí para otros temas, no para recibir a más niños.

Mayo es un gran mes : el Madrid suele ganar una Liga, empieza la Feria del Libro, Oti Marchante hace sus crónicas del Festival de Cannes y en las comunidades de vecinos un par de hombres con mono blanco van reponiendo los azulejos de la piscina para que el mosaico quede perfecto. Hay que respetar el trabajo de los hombres del mono blanco porque, desde cerca, esos azulejos son piezas del scrabble en las que puedes leer : toalla, crema, sombrilla, piel y bikini. Esas palabras sin las que Mayo no alcanzaría la categoría que tiene y se quedaría en Abril o Junio, que están bien, pero no.

En Mayo, además, florecen las aceras. No sé cómo funcionará la naturaleza en el campo, pero aquí, por cualquier grieta en el cemento, sale una margarita. Es curioso que una flor propia de una película de Disney sea la infantería de la naturaleza, buscando cualquier resquicio para reclamarlo como suyo. El tema daría para ese poema que escribiré si alguna vez aprendo a tocar la guitarra.

La elección del mes de Mayo puede mejorarse, como la copa hace con un buen vino, si se opta por nacer en Madrid. Lo coherente es nacer en el sitio en el que ese mes se celebren las fiestas. Lo otro es lo raro y, ya lo sé, el mundo está lleno de raros que han acabado naciendo en sitios extraños, como dardos arrojados por un jugador con diez pintas de más y un pulso como el de un sismógrafo en pleno terremoto. Así nos va.

En Mayo, en fin, los días tiene más sol, y uno se sumerge en ellos como si fuera una bañera de agua tibia mirándose los dedos ahí a lo lejos, entre la espuma. Hay tanto sol, brillante pero no pastoso, que lo puedes usar para ir a desayunar antes de ir a trabajar o para tomarte una copa en una noche que el sol deja templada, como la cena de una madre en la cocina. El sol de Mayo es una moneda recién acuñada, ajeno a ese billete manoseado en el que se convierte en Agosto.

Esta mañana me fijo en las margaritas. Dicen, haznos una foto, y yo se la hago. Dicen, elige a una y deshójala. Lo haría, pero la única objeción a Mayo es que los que nacemos en él también acumulamos años y, con cuarenta y tres años y, si se es sincero, lo que uno se preguntaría es “me quiero, no me quiero”.  Hago la foto y nada más : me espera un Abadía Retuerta, unas velas que soplar y la imagen de Casillas levantando como capitán de esos otros tipos con mono blanco el trofeo de la Liga.

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