sábado, 14 de septiembre de 2013

El exoesqueleto del artista




El exoesqueleto del artista : Con todos los programas de Punset que he visto, sólo recuerdo su anuncio del pan de molde y una reflexión sobre el endoesqueleto y el exoesqueleto que quizás venga de un libro suyo: el primero es el que viste por dentro (el nuestro) y el segundo el que se lleva por fuera (los cangrejos).

Todavía no había encontrado dónde compartir este conocimiento, información meramente narrativa, hasta que la experiencia hoy lo ha convertido en algo más rico y expresivo (sugiriéndome así que el sujeto de esa información era yo mismo). Ese cambio se produce viendo en Burgos el espectáculo que David Dimitri realiza en su propia carpa. Como ya han hecho también los Kikolas, Dimitri pertenece a esa clase de artistas que levanta su exoesqueleto para ser así algo menos vulnerable a los vaivenes económicos del exterior. Lo que en el caso del circo era tradición, ahora es necesidad.

Pero esa estrategia funciona si dentro, claro, hay algo que proteger, y en este caso no hay duda de que es así. Dimitri hace en sus números lo que gente como Nicholson Baker con la literatura: pegarse a la realidad. Por eso no es raro que la pista al entrar tenga cierto aire de trastero, con objetos que, ahí tirados, parezcan sugerir que, más que a un espectáculo de circo, vas a acudir a un mercadillo. Un acordeón. Un plinton disfrazado de caballo. Una cinta de correr.

Dimitri se sirve de todos ellos para hacer números que has visto mil veces antes, pero nunca con ese estilo con el que él los ejecuta. Eso es lo fascinante. Si con gente como Dynamo cambias de canal al ver repetido un truco que conoces, lo que te engancha con Dimitri es todo lo contrario. Lo que quieres es que ejecute esas tareas cotidianas (como la de ponerte unos calcetines de pie o correr en una cinta) para verlas con un estilo distinto, para descubrir que no son los objetos los que se agotan, sino tu forma de tratar con ellos.

Para lograr eso, Dimitri desarrolla cierta ingenuidad con los objetos que proviene, como ocurría con gente como Harold Lloyd o Buster Keaton, del dominio que tiene sobre su cuerpo en el terreno físico y expresivo. No es alguien que pretenda tapar limitaciones con esa inocencia en blanco y negro, sino un artista que regresa a estos números después de haber hecho todo el camino para que tú los veas de otra forma, con más posibilidades : igual que tu madre cuando le daba la vuelta al pollo y te enseñaba dónde te habías dejado un buen trozo.

La euforia que queda después del espectáculo es una prueba de que su trabajo funciona. Y los que quieran pueden crearle, incluso, una propuesta narrativa a todo el número: la evolución de ese hombre que empieza corriendo sobre una cinta, sin una meta, y acaba abandonando todo eso debajo de él cuando al final se marcha sobre una cuerda a varios metros de altura. Supongo que Punset también diría algo de todo esto. 

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